Las intenciones de Lázaro Cárdenas al decretar la expropiación petrolera fueron más de índole político que económico. El conflicto laboral inicial, fue solo el pretexto perfecto para llevar a cabo la expropiación.
A diferencia de lo que nos han enseñado, el petróleo nunca fue parte del ADN nacional. Por ejemplo, en la época del Segundo Imperio mexicano, el petróleo fue un asunto estudiado sin prestar demasiada atención. Incluso Porfirio Díaz encaminó sus esfuerzos en desarrollar otras industrias y fortalecer la educación en el país; tan es así que la idea de Justo Sierra de crear nuevamente la Universidad Nacional se concretó el 22 de septiembre de 1910, durante los festejos del Centenario de la Independencia del país.
Por consiguiente, el petróleo en el Porfiriato era materia de los extranjeros y para ello, otorgó concesiones a estas empresas sin necesidad de permisos extraordinarios más que ser poseedores del predio en el que se establecían maquinarias o las refinerías amparándose en los Códigos civiles de 1870 y 1884.
Bajo este orden jurídico, las compañías internacionales como fueron Standart Oil, la Mexican Sinclair Petroleum y la Royal Dutch Schell; se instalaron en territorio nacional.[1]
Sin embargo, el estallamiento de la guerra civil mexicana en 1910, cambió el panorama acerca de estas corporaciones, ya que regresó la idea de que los recursos naturales pertenecían al país considerando el Derecho eminente que se heredó de España, en el que los recursos naturales eran legatarios del Estado; y que Díaz había roto al dotar de propiedad absoluta a los superficiarios extranjeros.
Francisco I. Madero al ganar, no enfrentó o cambió algo en la legislación, salvo en el ordenamiento impositivo que fue de 3 centavos por barril. Venustiano Carranza siguió dicha política. Fue Emilio Portes Gil en el Código Civil de 1929, quien corrigió las leyes de 1884, regresando a la Nación el uso de sus bienes. Esto facilitaría la Ley de Expropiación que posteriormente fue la base del decreto del 18 de marzo de 1938.
La expropiación
En 1935 el presidente Lázaro Cárdenas selló una alianza con el movimiento de los obreros que demandaba mejores condiciones de vida y al mismo tiempo impulsó la creación de una gran central obrera que apoyara a su gobierno.
Cárdenas llegó a manifestar que las empresas deberían pagar a sus trabajadores sueldos sobre la base de su capacidad económica y no sobre la base de la simple oferta y demanda de la mano de obra, es decir, si el estado financiero de una empresa le permitía aumentar los salarios a sus trabajadores, ésta debería de hacerlo.
Hacia 1937 comenzó un diferendo laboral entre los trabajadores pertenecientes al Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) y las compañías petroleras. Los obreros demandaban un contrato colectivo de trabajo, semana laborar de 40 horas, pago de salarios completos en caso de enfermedad y además exigían de 65 millones de pesos correspondiente al pago de salarios y prestaciones. Las empresas petroleras rechazaban firmar tales condiciones.
El sindicato emplazó a huelga, la cual se hizo efectiva. A los pocos días de este paro laboral, las consecuencias se empezaron a notar con escasez de gasolina y sus derivados, asimismo la actividad económica del país se detuvo. La presidencia de la República tuvo que intervenir ante la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje debido a las implicaciones que estaba teniendo.
Los trabajadores levantaron la huelga. Pero, el conflicto apenas iniciaba y se extendió hasta diciembre de 1937. Los tribunales le dieron la razón al sindicato mexicano obligando a las empresas petroleras a pagar. Estas se rehusaron a pagar y presentaron un amparo ante la Suprema Corte de Justicia.
Mientras tanto, una de las estrategias utilizadas por las corporaciones petroleras, fue retirar sus fondos bancarios para provocar una crisis, aunado a que los gobiernos extranjeros decidieron no reanudar los convenios anuales de compra de plata mismos que debían ser revisados mensualmente.
En diciembre de 1937, el máximo Tribunal del país sentenció que las compañías petroleras debían cumplir el laudo laboral. Sin embargo, éstas se rehusaron y el estira y afloja se extendió hasta marzo de 1938. Cárdenas entre tanto instó a las partes a obtener acuerdos, situación que no se logró. Por ello, la decisión de expropiarlas fue el último recurso que el gobierno mexicano tuvo. Por consiguiente, el 18 de marzo de 1938 fueron expropiadas.
Lázaro Cárdenas tuvo como principal fundamento de su gobierno: “el establecimiento entre el sistema político y las clases trabajadoras que permitan, a éstas, asumir y ejercer el poder del Estado.”[2] Por ende, el interés del michoacano y su propia visión de no intervencionismo extranjero fueron elementales para la determinación de expropiar insumos y todo el capital de las compañías petroleras.
En consecuencia, la razón de dicha decisión es parte de la ideología cardenista y se vio como uno de los logros de la Revolución mexicana que exaltaba el nacionalismo.
Así, el tema petrolero en México se configuro en un asunto de identidad nacional que iba acompañado de un vínculo de nacionalismo más que un real beneficio económico como largamente el Estado mexicano ha divulgado en la Historia oficial y en las aulas. Es decir, a partir de 1938, el mexicano ha asumido que el petróleo es una renta que ha salvado al país sin mediar un razonamiento de los hechos y cifras.
De ahí que el tratar de establecer en la discusión nacional que el petróleo mexicano no tiene un rendimiento financiero tan alto, como se ha dictado desde el poder desde Cárdenas, es atentar al imaginario del mexicano que no ha comprendido que este recurso es limitado y que no es tan rico como se ha impuesto en nuestra cotidianidad.
Hoy en día, hay que empezar a conocer nuestra Historia sin el filtro del Estado, porque nos da la herramienta de tener un pensamiento crítico para no repetir sin pensar las directrices discursivas que emanan del gobierno.
Erika Adán Morales
Doctorante de Historia Global por Casa Lamm.
Profesora de Asignatura en la UNAM
[1] Horacio Labastida, “La política petrolera: de Porfirio Díaz a Lázaro Cárdenas” en Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, 36(141).
[2] Ídem.